Erase una vez que se era
la típica salida familiar una tarde cualquiera.
Buscando el camino que nos llevaría a Pena Furada
nos encontramos con estas sedientas vacas
que corriendo venían arrastrando sus estachas,
menos mal que en la poza
a beber hacen parada.
Al notar nuestra presencia
una de ellas levanta su cabeza
y con el agua de su morro colgada
nos lanza una amenazadora mirada.
Al no saber si estaba hambrienta..
Nos dimos media vuelta
saliendo en polvorosa
y dejando una gran polvareda.
Desde Loiba, una tarde inolvidable, jejeje...